jueves, 4 de marzo de 2010

( María Pascual, 2º ESO B)

Entre la multitud de la abarrotada avenida de Times Square, pasando inadvertida pero maravillosa y deslumbrante, estaba Emily, una niña norteamericana de unos catorce años de edad. Vivía con su familia en la pequeña isla de Nantucket al oeste de Massachusets.

Emily se encontraba en La Gran Manzana de vacaciones y de repente, como por arte de magia, ya no estaba, había desparecido.

Cuando abrió los ojos se descubrió que estaba en un lugar frio y seco. El viento rozaba su cara pero notaba que las mejillas le comenzaban a arder. Todo daba vueltas cada vez más rápido y no podía ver con claridad. Había perdido completamente la noción del tiempo y no sabía si era de noche o de día. Todo era muy confuso. Por un momento pensó en llorar, pero algo le decía que no debía perder la calma, así que simplemente se durmió.

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