miércoles, 9 de junio de 2010

"Canción del niño alegre" (Gloria Fuertes) y "El mundo y mi caballo" (María Pascual)

Canción del niño alegre (Gloria Fuertes)

Yo quisiera ser herrero
para una fragua comprar
con un yunque chiquitito,
un martillo de cristal.
Veo que por el camino,
por el verde prado llano,
viene, pasito a pasito,
un herido parroquiano.
Trae tres heridas abiertas
y muy vendada una mano.
Entra un caballo cojito.
¿Por qué viene cojeando?
Ha pasado un automóvil
y me ha dejado sin mano.
Yo le pondré la herradura.
¡No! ¡Que no puedo pagarlo!
Soy un caballito pobre.
¡No me la ponga de oro!
Yo se la pondré de cobre.
No me haga usted daño, que lloro.
¡No sea usted miedoso, hombre!
Cante usted conmigo a coro.
Yo quisiera ser herrero
Para una fragua tener
y a los burros pequeñitos,
y a los burros pequeñitos,
los zapatos componer.


El mundo y mi caballo (María Pascual)
 
Esta historia transcurre a mediados de la alta Edad Media en un pueblecito del Reino de Navarra llamado Estella.
 
Nuestro protagonista se llama Jacobo, un niño de ocho años que vivía con sus padres y su hermana. Poseian una herrería además de un hostal para los peregrinos que hacían el camino de Santiago a los que Jacobo adoraba porque le contaban siempre historias de lejanos lugares que llenaban su mente de deseos de conocer el mundo.
 
Pero un día, unos bandidos incendiaron y redujeron a cenizas la herrería y el hostal de la familia y los años que siguieron fueron muy dificiles para salir adelante.
 
Cuando Jacobo cumplió los trece años, un día salió al bosque a recoger leña y se encontró un caballo herido y sin herraduras que se acercaba a él lentamente. Fue entonces cuando supo lo que debía hacer: curar y poner unas herraduras al caballo e ir a buscar fortuna a otros lugares montado en él.

Viajó hacía los fríos paises del norte donde descubrió grandes ciudades dedicadas al comercio de nuevos materiales y alimentos traidos de diversas partes del mundo y allí hizo fortuna.
 
Seís meses más tarde volvió a casa con oro suficiente para construir la herrería de nuevo, en la que poner otras herraduras a su caballo y con la que proporcionaría a su familia una vida mejor.
 
 

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